sábado, 31 de diciembre de 2011

La mercantilización del juego


Actualmente en nuestra sociedad se supone que el juego es algo meramente infantil, una breve etapa que ha de superarse hacia el fin último que es la vida adulta. Desde esta perspectiva aceptada, el juego se ha entendido como algo inútil, un derroche de tiempo y energía, algo inclasificable e incomprensible una vez fuera del entorno estanco de la niñez. Paralelamente al proceso de deshumanización practicado por el capitalismo a todos los niveles de la vida de los adultos, la infancia ha sufrido su propia colonización y parcelación tras la cual cada niño que habita en el mundo desarrollado tiene que aprender a planificar su vida alternando los momentos de formación y los meramente lúdicos. La fragmentación de la vida infantil se ha realizado a través de las instituciones más obvias como las guarderías y colegios donde se separa a los niños de sus padres y se les alecciona en los conocimientos más útiles para la sociedad (siendo la primera lección “la finitud del apego familiar y el abandono”). Pero, como buena pieza del engranaje del sistema, el niño es absorbido y utilizado a través de la producción de infinidad de objetos de consumo muy especializados que van desde los sofisticados alimentos en los que se acumulan una variedad asombrosa de nutrientes y vitaminas hasta la ropa o los juguetes cuya multitud y pequeñas variaciones resulta aterradoramente infinita. En definitiva, cada uno de los instantes de las vidas de nuestros niños se encuentra tan mercantilizado, especializado y fragmentado como el del adulto en un proceso cuyas consecuencias podemos claramente imaginar.
A pesar del totalitarismo del mercado, basta una mirada rápida a una plaza atestada de niños para comprobar fácilmente cómo los juegos infantiles permanecen iguales en sus manifestaciones más espontáneas, sobreviviendo a los artefactos y juguetes que los propios niños arrastran, que entorpecen las carreras y que generan envidias y celos constantes entre ellos. Son los propios padres quienes se empeñan en embotar la capacidad imaginativa de sus hijos, pues acaban considerando que lo deseable de un niño es que éste permanezca ensimismado en un juego el máximo tiempo posible, eliminando cualquier contacto con los adultos más allá de los cuidados básicos. De este modo, las celebraciones se han convertido en oportunidades de acumular montañas de regalos en una competición entre aquellos juegos que tratan de enseñar habilidades, conocimientos o roles y aquellos otros que fascinan a los críos a través de las imágenes y videojuegos. En estos dos polos se conjugan todas las posibilidades lúdicas de nuestra infancia: por un lado, los juegos entendidos como un mero entretenimiento evasivo en los que se combinan diferentes instrumentos banalizadores de la imaginación como las películas o los videojuegos y, por otro lado, aquellos que deben preparar al niño a convertirse en el adulto de mañana, es decir, los juegos supuestamente educativos y el combinado imbatible de muñeca/balón.
En este sentido, hay padres que se devanan los sesos con sus mejores intenciones buscando el nuevo instrumento para la estimulación temprana de la capacidad cognitiva del bebé y que consiste, por ejemplo, en un puñado de etiquetas de tela cosidas que garantizan la exploración sensorial. Pues parece que no se puede perder ni un segundo para conseguir que nuestro hijo desarrolle todas sus potencialidades y moldearlo cual flexible plastilina hasta que alcance el coeficiente intelectual de Einstein. Y por eso, además, nuestro tiempo con él ha de convertirse en tiempo de calidad, esa compensación psicológica que jamás podrá adormecer los remordimientos por abandonarlo diariamente en la guardería mientras trabajamos. Nos podemos imaginar perfectamente a ese padre obsequioso que ha conseguido arañar un rato al trabajo para sentarse en el sofá con su niño, tratando de jugar a las nueve de la noche con un bebé agotado y llorón. Hay otros padres que le regalan a su hijo el balón para que vaya apuntando hacia un futuro exitoso y a ese balón le suman la equipación original, la mochila, el reloj-despertador, las sábanas de la cama y las babuchas hasta conseguir acorralar al crío con su idolatrado club de fútbol.  Y tampoco podemos olvidar que cuando una niña viste a su muñeca y la pasea en un carrito se está preparando como madre y aprendiendo el duro peso de la responsabilidad. Sea como sea, todos ellos esperan que sus tiernos infantes sean mañana un premio Nobel o Ana Obregón y orientan los juegos a la consecución de un objetivo.
A este ejercicio de expropiación del juego, de planificación y diseño constante de cada momento de los niños hay que añadir una explotación mercantil más con la adoración a las marcas a través de los personajes de dibujos animados o de equipos de futbol: Bob Esponja, Gormiti o Dora la explotadora. Haciendo prácticamente imposible encontrar un muñeco que no reproduzca alguno de estos engendros. Estas navidades han sido Draculaura y las Barbies modernizadas de Monster High quienes han conseguido agotar existencias. Unas muñecas dirigidas a niñas de 6 a 10 años y que repiten hasta el hartazgo los trasnochados estereotipos de la feminidad adolescente. Para colmo, para conseguir este instrumento de adoctrinamiento infantil, los padres han tenido que guardar colas y vigilar las reposiciones en los grades almacenes con una sonrisa indulgente hacia el fetichismo de tu hija, que sueña con ser la más presumida del insti.
Draculaura y sus colegas.

Y, por supuesto, las videoconsolas se han convertido en el juego por antonomasia, imprescindible en la integración y socialización de las criaturas. ¿Quién puede negarle a su hijo la Nintendo 3D por 150 euros? Así le tendremos arrinconado, bien calladito, tecleando mientras los coches de Mario se adelantan unos a otros o cuidan a su mascota virtual. Además, la 3 D debe desarrollar la inteligencia de los niños de manera extraordinaria, al fin y al cabo la vende Eduard Punset (quien con una sonrisa estúpida exclamaba “es como deberíamos ver todas las cosas”). A esto se suma el enfoque para toda la familia con el que se promocionan estas tecnologías, porque resulta difícilmente reprochable que un niño agote sus horas jugando en la videoconsola si el entretenimiento lo comparte con sus padres.
Desde esta perspectiva utilitarista, el juego y los juguetes deberían ser relegados tras la infancia y de hecho, aparentemente, este proceso se desarrolla cada día a una edad más temprana. Las chicas esconden las muñecas mucho antes de llegar al instituto y los chicos empiezan muy pronto a jugar al futbol con la intención de entrenarse. Ya no pierden el tiempo soñando o imaginando, sino que tratan de alcanzar logros y así conseguir el tan ansiado apoyo de sus padres. Pero, como hemos indicado, en una sociedad en la que se prolonga la adolescencia hasta la nausea, tan inmadura como para concebir la independencia a partir de los 30 años, el juego no se abandona sin más, sino que se sustituye el juguete por la perpetua interactividad de los cacharritos informáticos y los excitantes juguetes sexuales (esos pecadillos de la incentivada industria erótica, pues la colonización del imaginario hace tiempo que convirtió el sexo en mercado).
¿Será capaz de sobrevivir al totalitarismo el verdadero juego? Ese juego inútil, gratuito, superabundante de la infancia que convertía en un proscrito al tramposo. Esos ritos indescifrables para los adultos que embebían a los niños hasta olvidarse de la merienda. ¿Seremos capaces de preservar el tiempo suficiente para que nuestros hijos puedan habitar El país de los Juguetes que recreaba Collodi en Pinocho? Él lo describía así: Este país no se parecía a ningún otro país del mundo. Su población estaba compuesta exclusivamente por niños. Los mayores tenían catorce años, los más jóvenes apenas llegaban a los ocho. En las calles había una alegría, un estrépito y un vocerío como para volverse loco. Bandas de chicuelos por todas partes; unos jugaban a los dados, otros al tejo, otros a la pelota, unos montaban en velocípedos y otros en caballitos de madera; unos jugaban a la gallina ciega, otros al escondite; otros, vestidos de payasos, comían estopa  encendida; unos recitaban, otros cantaban, otros daban saltos mortales, otros caminaban con las manos en el suelo y las piernas por el aire, unos rodaban el aro, otros paseaban vestidos de generales con un gorro de papel y un sable de cartón; reían, chillaban, llamaban, aplaudían, silbaban, imitaban el cacareo de la gallina cuando pone un huevo... En suma, un verdadero pandemonium, una algarabía, un endiablado alboroto, como para ponerse algodones en los oídos, so pena de quedarse sordos. En todas las plazas se veían teatrillos de lona, atestados de niños de la mañana a la noche, y en todas las paredes de las casas se leían inscripciones al carbón de cosas tan pintorescas como éstas: ¡Vivan los jugetes! (en vez de juguetes), no queremos más hescuelas (en vez de no queremos más escuelas), abajo Larin Mética (en vez de la aritmética), y otras  maravillas por el estilo.

martes, 6 de diciembre de 2011

Navidades combustibles

     Van acercándose las navidades y comulgaremos en los rituales de las mercancías. En medio del caos nos aferramos a nuestro credo con un fanatismo suicida demencialmente exaltado por los medios de comunicación.
     Repetimos incansablemente el mantra del fetiche tratando de exorcizar los malos tiempos. Pero el espejismo tiene pocas probabilidades de sostenerse, por ello, en estas entrañables fechas podremos ver simultáneamente aglomeraciones en los centros comerciales y en las oficinas del paro. Y ambos hechos no son en absoluto incompatibles, precisamente para eso está la paguita. La pobreza ya no es excusa, todos podemos obtener nuestra cuota de mercancía.
     En el reino de la abundancia los fetiches están al alcance de todos fortaleciendo la base de nuestra democracia, en la que poco importa tu color, tu nacionalidad o credo. Ni siquiera es ya importante el concepto de exclusividad que se reservaba a los productos de marca o exquisiteces de gourmet. Todos podemos probar en carne propia lo mal que nos sienta ponernos un Versace o comernos un par de kilos de langostinos, pues cada uno de ellos tiene ya su versión cutre (o low cost, en el vocabulario de la publicidad).

      Igualmente, todos los españoles tendremos la oportunidad de engordar un kilo y medio a base de mantecados y mayonesa a los que habrá de sumar las horas perdidas en conversaciones familiares protocolarias o hirientes, mientras se suceden las estupideces ilimitadas de la televisión.
       Por todo ello, la nocividad de las repugnantes navidades alcanzará nuevamente cotas aterradoras: desplazamientos en coche quemando combustible, iluminación decorativa tan cegadora como para ocultar la estrella de Belén, ingesta de alimentos que nos envenenan a nosotros y a la naturaleza (como el salmón o los insípidos langostinos), sustitución de gadgets informáticos obsoletos por otros más fútiles y caducos,  acumulación de ropa y cultura como regalos más socorridos, etc. 
     Comprar, gastar y consumir hasta que acabemos con todo.

jueves, 3 de noviembre de 2011

El sueño de Papandreu produce referendum.

      Cuando ya no se puede asfixiar y humillar más a un pueblo, cuando se han mendigado hasta lo vergonzoso las draconianas “ayudas” del capitalismo, cuando las migajas de aquello que se llamó bienestar las han devorado los mercados y el caos se arremolina sobre la desvalida Grecia. Entonces al primer ministro Papandreu se le ocurre permitirle al pueblo griego un último corte de mangas antes de abandonarse a ese más allá ignoto que ha de encontrarse tras la protectora Europa. A estas alturas es normal que nos dé la risa floja.
      Así, frente a la devastación que ha puesto en marcha el capitalismo agonizante, la estafa de la UE ha mostrado una y otra vez su verdadero rostro y se ha cebado a costa de los cerdos mejor nutridos. Por eso, al igual que Portugal e Italia, tenemos que ir haciéndonos el cuerpo para sobrevivir (olvidémonos de habitar) en una vorágine de pérdida de derechos y empobrecimiento programado hasta que llegue el tan ansiado fin del sistema.
      Y, sin embargo, Papandreu ha sido capaz de realizar la voltereta más asombrosa y descabellada que pudiera imaginarse al pedir opinión a los griegos sobre su futuro. Nos lo imaginamos empapado de sudor en mitad de la noche, volviendo una y otra vez la cabeza en la almohada y asaltándole repentinamente una idea loca, absurda y sin embargo nítida e inmisericorde. Papandreu tuvo un sueño, el de una Grecia donde la batalla entre el capitalismo y la democracia sea ganada por el pueblo, quien por fin será dueño de su destino. Y ha decidido afrontar las consecuencias políticas y personales que sean necesarias, porque no cederá hasta conseguir retornar a Grecia la democracia.



      En realidad, no asistimos más que a un espejismo, a un borroso reflejo de aquello que se llamó soberanía y que al pueblo griego se le permite tarde y cuando ya no hay salida. Resulta absolutamente repugnante observar a un político entonar el mea culpa. Inmediatamente uno se pregunta ¿cómo de grave será lo que ha hecho? ¿qué oculta? ¿a quién beneficia? Esos gestores implacables, que han doblegado la democracia buscando el favor del sistema, de repente se vuelven escrupulosos y, como Zapatero, se responsabilizan de la tragedia de 5.000.000 de parados. Su babosa humanidad de cuento de navidad nos produce arcadas.
      En fin, no sabemos si nos quedará humor para resistir la cara de consternación de nuestro próximo presidente cuando anuncie su plan de salvación. Quizá sea preferible naufragar cuanto antes ...

       Posdata: 2 horas después de publicar esta entrada el primer ministro griego Papandreu ha declarado que todo era una broma y que no se va a votar nada.

martes, 23 de agosto de 2011

Autonomía obrera: todo el poder para la asamblea.

Excelente documental que mediante un inteligente uso del humor y los testimonios de varios integrantes del movimiento en los 70 nos sirve de muy buena introducción al tema de la autonomía obrera.



miércoles, 15 de junio de 2011

¿Quiénes son los violentos?

Impresionante video... sobran las palabras.


Edito: Han habido intentos de eliminar este video de youtube. Esto es un buen ejemplo que ilustra que internet no es la panacea de la información y que un asunto tan grave como es la infiltración de los cuerpos de seguridad del estado en los movimientos sociales no puede ser difundido libremente en la red sin problemas. No quepa duda de que esta democracia que nos venden es una dictadura cada día menos enmascarada.

viernes, 10 de junio de 2011

La cárcel no es virtual

Desde la redacción del Naufragio exigimos la inmediata puesta en libertad sin cargos de los tres activistas de Anonymous detenidos hoy, entendiendo que dichos cargos son puramente ficticios por haberse producido en el ámbito de lo virtual y no haber tenido verdaderas consecuencias para los supuestos afectados.


El comisario de la Brigada de Investigación Tecnológica (BIT), José Manuel Vázquez, aparecía hoy ante las cámaras de los medios de comunicación para anunciar la detención de tres activistas del movimiento Anonymous. En las fotografías difundidas aparece el comisario con cara de estar aguantándose la risa evidenciando lo ridículo del supuesto delito de tamaños criminales. Mientras realizaba declaraciones involuntariamente patafísicas como “Pueden parecer trastadas de chavales, pero ya es un delito”, encima de la mesa y sostenida por él mismo se hallaba la burlona máscara del protagonista de V for Vendetta.
Debemos entender que al mismo ritmo que el ser humano es instigado a enclaustrarse en la red informática para poder recorrer las autopistas del consumo sin límites físicos, el sistema necesita generar las barreras que marquen lo permitido y lo delictivo. Para ser efectivo, el establecimiento de lo virtual ha de reproducir análogamente las estructuras de lo real, especialmente las reglas e instituciones que supuestamente protegen al ingenuo internauta y salvaguardan el orden establecido. En ese tránsito a lo incorpóreo hemos de confundir las consecuencias de nuestros actos y las autoridades competentes se afanan por establecer una burda versión cibernética del orden de siempre. Los dueños del tinglado, esos que nos permiten ser libres para cliquear la revolución que viene, se han sentido agredidos: unas pequeñas hormigas han paralizado sus páginas durante unas horas. ¡Semejantes crímenes no pueden permanecer impunes! Imponiendo un castigo que nada tiene de virtual lograrán afirmar aun más la permanencia del simulacro.
En el nuevo orden de lo existente que pretenden imponernos, cuando la imagen virtual sustituya a lo real, lo que antes era publicidad de Sony (su página web corporativa) se convertirá en Sony realmente  y lo que antes era mera información al ciudadano de la Junta Electoral, se convertirá en la verdadera Junta Electoral. De tal modo que el respetable comisario Vázquez se ha erigido como abanderado de un mundo nuevo en el que los ataques cibernéticos serán tan o más graves que los atentados reales. Y por eso, ahí tenemos la imagen de ese hombre que se reía como lo hacían quienes detuvieron a Josef K., conscientes de la estúpida crueldad con la que el sistema golpea a sus inermes ciudadanos. La brutal desproporción de lo sucedido es inaudita: a un supuesto delito virtual le van a corresponder penas reales.  
Nos vendieron la red diciéndonos que en ella seríamos, al fin, libres, que el mundo estaría en nuestras manos. Y, sin embargo, nos encontramos atrapados en esta tela de araña, frente a la pantalla, tomando la sopa boba de siempre, sin poder siquiera consentirnos bloquear la página web de quienes tanto en el mundo virtual como en el real son dueños de nuestras vidas. La lección está clara, esperemos que esta vez la aprendamos pronto.


El naufragio
Sevilla, 10 de junio de 2011

lunes, 30 de mayo de 2011

El problema no es el paro, el problema es el trabajo.

Hoja volante repartida en la manifestación del 15 M de Sevilla el 29 de mayo de 2011.

Una de las reivindicaciones más oídas en las movilizaciones del 15 M es la cuestión de la falta de trabajo. El paro, como lacra social que está condicionando la vida de millones de personas y que concretamente está siendo un gran obstáculo en la emancipación económica de las generaciones más recientes, ha sido uno de los motores que ha hecho salir a la gente a la calle. Sin embargo, el paro no es resultado de una falla del sistema económico, sino una consecuencia de su propio desarrollo. Reivindicar más trabajo es por tanto una ingenuidad, porque el sistema lejos de subsanar esta situación se prestará a administrarlo para su propio provecho. El paro, siendo por lo tanto inevitable en esta etapa del capitalismo, ha devenido además en una perfeccionada herramienta de dominación de la población. Con esa espada de Damocles pendiendo sobre la cabeza de los que tienen un empleo es muy fácil imponer unas condiciones cada vez más abusivas y beneficiosas para el capital, eliminando sistemáticamente multitud de derechos laborales sin encontrar una seria resistencia por parte de los trabajadores (no hablemos ya por parte de los sindicatos al servicio del estado). Por su parte, la masa de desocupados es, si cabe, más fácil de controlar; siempre a un paso de la marginalidad, dependiente del estado, de la “caridad” de familiares e instituciones o inmersa en la precaria economía sumergida, el estar parado es a día de hoy toda una categoría humana avocada a la desesperación y el darwinismo social, pero muy difícilmente al combate político.
Por esta razón, nos parece absurdo escuchar estos días reivindicaciones tan maximalistas como ambiguas respecto a una democracia verdadera cuando en la práctica la inmensa mayoría de los trabajadores de este país sufren el día a día de su puesto laboral como una pequeña pero aplastante dictadura. De poco sirve ir a la plaza para gritar y debatir si cuando vuelves al trabajo (quien lo tenga) agachas la cabeza como si nada hubiera cambiado. Mucho se oye hablar contra los partidos y contra los poderes financieros, pero poco sobre la patronal, agente crucial en este juego de poderes que es nuestra democracia capitalista. Por ello queremos hacer hincapié en que de nada vale una crítica al sistema si no profundizamos en la dinámica de su base económica y productiva, si no denunciamos y combatimos consecuentemente el verdadero cáncer que ha podrido la vida colectiva y sus posibilidades de llegar a una sociedad realmente libre e igualitaria. La explotación laboral, el propio concepto del trabajo asalariado, es la base para la educación en la sumisión y la obediencia, es la herramienta alienante por excelencia al servicio del capital, aquello que erosiona como ninguna otra fuerza la capacidad creativa, la pasión y la energía necesarias para que una sociedad lleve a la práctica su efectiva emancipación frente a la opresión.
Mucho se está debatiendo de cómo llevar a la práctica las reivindicaciones del 15 M. Si bien es esperanzador el carácter asambleario y antiautoritario que le está caracterizando no lo es tanto cuando llega la hora de pasar a la acción. Como era previsible las fuerzas de seguridad del estado han iniciado la represión en muchos puntos del país, y es indudable que se generalizarán y endurecerán, en respuesta a esta represión pensamos que la desobediencia civil es un arma imprescindible para hacernos escuchar y sobre todo para demostrar que vamos en serio. La ocupación de plazas y edificios, tal y como se está produciendo, es una herramienta lo suficientemente potente como para retroalimentarse en la consecución y mantenimiento de este movimiento, así como para introducir la certeza de que las metas que se quieren conseguir no van a ser ofrecidas por las buenas, sino resistiendo los envites. Pero aparte de eso pensamos que es imprescindible dar un paso más, y este decidido paso solo puede darse en al ámbito de lo laboral, lejos de la muchedumbre y los cánticos eufóricos, pero inmersos en la experiencia de lo cotidiano y objetivo. Por ello proponemos aplicar en los puestos de trabajo todo lo aprendido de las prácticas asamblearias. Si hemos visto como miles de personas pueden ponerse de acuerdo en unos mínimos y trabajar sobre ello, más viable será conseguirlo con un número mucho más reducido. Hablamos de buscar la acción autónoma de los trabajadores al margen de cualquier iniciativa partidista o sindical, hacer uso del poder del que aún disponemos como engranajes imprescindibles para el funcionamiento de este sistema. Proponemos la huelga salvaje como perenne arma del trabajador, reclamamos el sistemático desprecio de la institución del trabajo como algo digno, pero no para conseguir ligeras mejoras que nos callen la boca, sino para demostrar que no queremos volver atrás, que soñamos con un mundo donde las relaciones de poder y sumisión han quedado abolidas. Porque la filosofía del beneficio a toda costa que mueve al empresariado es tan culpable de nuestros males como lo es el bulo de la democracia partidista y el mercado financiero. Un racional y justo reparto del trabajo, una drástica reducción de la jornada laboral y un uso adecuado de la mecanización de los procesos productivos en una sociedad libre ya de una economía capitalista terminarían para siempre con el desempleo forzoso… y nos sumiría en el gozoso ejercicio de la pereza, de la creatividad y el placer.
¡Abajo el trabajo asalariado!

El Naufragio
Sevilla, 29 de mayo de 2011


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Este texto puede ser reproducido sin ánimo de lucro citando procedencia.

Llegó el 15 M y les amargó la fiesta.

Hoja volante incluida en el primer número de la revista El naufragio 
en relación a las movilizaciones del 15 M.

Desde la revista El Naufragio queremos manifestar nuestro apoyo a las movilizaciones surgidas a raíz de las convocatorias del 15 de mayo. Estamos viviendo unos años de locura liberal en los que se han tomado medidas supuestamente excepcionales de consecuencias catastróficas para los trabajadores. Unas medidas dictadas por empresarios y banqueros, pero que vergonzosamente han contado con el apoyo explícito de sindicatos y partidos políticos amparados en la excusa de una crisis financiera. Todo ello con la supuesta voluntad de eludir un colapso calamitoso del sistema capitalista que podría arrasar con todos nosotros. En este contexto deprimente y abúlico, los políticos preparaban una nueva fiesta de la democracia y se dedicaban a cacarear ñoñeces e imbecilidades que ni ellos mismos se creen. Sin embargo, sin esperarlo, el enésimo canapé del mitin electoralista ha empezado a saberles a rancio, la imprevisibilidad con la que un centenar de miles de personas salieron el domingo 15M en diferentes ciudades ha desbordado las expectativas de los propios convocantes y convocados. La ingenuidad de los primeros manifiestos con los que se trataba de aunar el descontento ha quedado superada por las pintadas, acampadas y discusiones que se están produciendo de una forma espontanea. Hay que constatar que la chispa está prendiendo las ganas de protestar, de intervenir y de discutir de la gente y que las movilizaciones han continuado de un modo autónomo, desobedeciendo las prohibiciones de juntas electorales y fuerzas de seguridad.
No obstante, el movimiento que está iniciándose en estos momentos tendrá aún más valor si es capaz de sobrevivir a las elecciones del 22 de mayo y si comienza a concretarse en acciones que vayan más allá de la mera muestra del desengaño democrático. Pero de la misma manera que es necesaria una radicalización de las movilizaciones debemos ser conscientes de que tras el 22 de mayo la represión que se ponga en marcha será muy dura, de hecho ya contamos con 19 detenidos tras cargas policiales arbitrarias y brutales. Además y aunque también esto era predecible, nos tenemos que enfrentar al intento de sacar rédito político y mediático de este movimiento por parte de diferentes grupos y partidos de la izquierda.
Somos pesimistas, sabemos que todo está en contra de nosotros, pero es imprescindible aprovechar este mínimo resquicio de despertar social para introducir un aliento utópico. De aquí en adelante la batalla no será solo exclusivamente contra la reacción del capital sino también contra la propia actitud de una sociedad sumisa que ha acatado como un hecho consumado la estructura totalitaria del capitalismo.
El enemigo no es la crisis, es el sistema y no queremos salvarlo, no queremos que tenga un rostro humano, no queremos que nos prometan más subsidios de desempleo, ni becas, ni que nos prometan un trabajo que ni siquiera pueden darnos. Creemos necesario hacer conscientes a los ciudadanos de la capacidad de lucha que aún reside en todos nosotros, porque no estamos tan agotados y humillados como para seguir tragando indolentemente la bazofia que nos suministran. Por lo pronto, hay que arrebatar la legitimación a un sistema político que nunca nos representó, apoderarse, por tanto, de la soberanía de la que nos han expropiado.

El naufragio
Sevilla, 19 de mayo de 2011.


Para bajar en versión pdf aquí
Este texto puede ser reproducido sin ánimo de lucro citando procedencia. 

El Naufragio. Primer número

Ya está a la venta el primer número de la revista El naufragio. Su precio es de 2,50 euros (más gastos de envio). Puedes solicitar tu ejemplar a través de revistaelnaufragio@gmail.com
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El índice de este número consta de:

Hacer mundo: Los jardines ideales. Eugenio Castro.
Encuestra sobre el naufragio. Varios autores.
Los innombrables. (Fotografías de objetos). Leticia Vera.
Saqueadores de espuma. Lurdes Martinez.
Entrevista con Antonio Altarriba. Javier Mora. On-line aquí
La irrupción poética de la vivencia marginal... Agustín Rivas.
Nada habrá existido. María Santana.
Gommages. (Fotografías manipuladas). Eugenio Castro.
Instrucciones para dominar el mundo. Olvap Oyovok.
A for Anounymous. Antonio Ramirez
Contra Disney. Selección de textos de varios Autores. On-line aquí
Inside Job o los trapos sucios se lavan en casa. María Santana.
Manual de supervivencia para náufragos. Capitulo 1. Emilio Botín.